Formar a nuestros niños, niñas y jóvenes para erradicar la violencia contra la mujer, es educarlos en valores basados en el respeto, la autonomía y la dignidad.
La violencia contra la mujer es uno de los problemas de salud pública más preocupantes de nuestro país, no sólo por los daños físicos: muerte, golpes, entre otros; sino por los daños a nuestra mente: ansiedad, indignación, humillación, desesperanza, entre otros.
Afecta directamente a las mujeres, pero además a nuestras niñas, niños, jóvenes y a todo el entramado social. Por todo ello, es importante erradicar toda forma de violencia en las relaciones humanas, comenzando por nuestras familias, así como en las escuelas y las calles.
La violencia se manifiesta en las relaciones construidas entre las personas. Las relaciones son mediadas no sólo por las personas implicadas, sino también por el contexto, es decir por las costumbres, normas, políticas e instituciones sociales construídas a através de la historia de un determinado lugar. Por ello, para atender este problema, no sólo debemos trabajar con la víctima, sino con todas las personas, ya que es necesario dinamizar las relaciones socialmente construidas.
La educación es el camino más largo, pero el más seguro para lograr erradicar la violencia contra la mujer. No sólo es aquella que recibimos en las escuelas (que en su mayoría son más instructivas), sino también a través de nuestro proceso socializador, desarrollado en nuestras familias, en nuestras calles y a través de nuestros medios de comunicación.
Formar a nuestros niños, niñas y jóvenes para erradicar la violencia contra la mujer, es educarlos en valores basados en el respeto, la autonomía y la dignidad:
• Respeto: es reconocer, valorar y apreciar las cualidades o carácterísticas, de nosotros mismos, así como de las demás personas.
• Autonomía: es reconocer la capacidad para tomar decisiones, en nosotros mismos, así como en las demás personas.
• Dignidad: es hacer valer como persona, sin humillarse ni degradarse, a nosotros mismo, así como a las demás personas.
Hacer que nuestras acciones cotidianas sean coherentes con estos valores, va mucho más allá de aprender un discurso sobre los derechos de las mujeres, ya que poner en practica estos valores requiere reconocer el derecho a una “vida digna, sin violencia” para todas las personas, sean mujeres u hombres.
Educar a nuestros niños en valores basados en el respeto, la autonomia y la dignidad; es una oportunidad para que todos los padres y maestros podamos ser mejores personas. No hay mejor forma de enseñar, que con el ejemplo.
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