Con más tiempo y menos dinero la gente fuma y bebe menos, ingiere menos comida rápida y menos calorías y camina más, concluye una investigación sobre el consumismo.
Con más tiempo y menos dinero la gente
fuma y bebe menos, ingiere menos comida rápida y menos calorías y
camina más, aspectos que no sólo benefician a las personas sino que
también tienen su contrapartida en el medio ambiente y la biosfera.
Esta es una de las conclusiones incluidas en el libro "La situación del mundo 2010. Cambio Cultural. Del consumismo hacia la sostenibilidad", un trabajo del investigador del Instituto Worlwatch, Erik Assadourian, y del profesor de la Universidad Internacional de Andalucía (España), Víctor M. Toledo, presentado hoy Día Mundial de los Derechos del Consumidor.
Editado por el Centro de Investigación para la Paz y por Icaria, el libro apela a la conciencia de los consumidores para modificar sus hábitos y superar la cultura consumista desde todos los puntos de vista posibles: educación, empresa, medios de comunicación, gobiernos, tradiciones y movimientos sociales.
Entre otros datos, recuerda que sólo el 7 por ciento de la población mundial (500 millones de personas) emite la mitad de las emisiones de dióxido de carbono mundial, mientras que los 3.000 millones más pobres sólo generan el 6 por ciento, unas emisiones que en las próximas décadas elevarán la temperatura global en 4,5 grados centígrados antes de 2100.
Pero el consumismo no sólo tiene efectos negativos para el medio ambiente, sino también para los que se suponen que son sus beneficiarios, las personas que viven inmersas en él, especialmente los estadounidenses, que trabajan entre 200 y 300 horas más al año que un europeo medio.
Los europeos occidentales, por el contrario, viven más que los americanos y tienen, por término medio, poco más de la mitad de probabilidades de padecer dolencias crónicas, como enfermedades de corazón, hipertensión y diabetes de tipo 2 pasados los 50 años.
Pero la felicidad también se ve afectada por el exceso y el ritmo de trabajo, tal y como demuestra la clasificación mundial de satisfacción del mundo, que señala que los cuatro países "más felices" del planeta (Dinamarca, Holanda, Finlandia y Suecia) son los que mayor atención prestan al equilibrio entre trabajo y vida. EFE
Esta es una de las conclusiones incluidas en el libro "La situación del mundo 2010. Cambio Cultural. Del consumismo hacia la sostenibilidad", un trabajo del investigador del Instituto Worlwatch, Erik Assadourian, y del profesor de la Universidad Internacional de Andalucía (España), Víctor M. Toledo, presentado hoy Día Mundial de los Derechos del Consumidor.
Editado por el Centro de Investigación para la Paz y por Icaria, el libro apela a la conciencia de los consumidores para modificar sus hábitos y superar la cultura consumista desde todos los puntos de vista posibles: educación, empresa, medios de comunicación, gobiernos, tradiciones y movimientos sociales.
Entre otros datos, recuerda que sólo el 7 por ciento de la población mundial (500 millones de personas) emite la mitad de las emisiones de dióxido de carbono mundial, mientras que los 3.000 millones más pobres sólo generan el 6 por ciento, unas emisiones que en las próximas décadas elevarán la temperatura global en 4,5 grados centígrados antes de 2100.
Pero el consumismo no sólo tiene efectos negativos para el medio ambiente, sino también para los que se suponen que son sus beneficiarios, las personas que viven inmersas en él, especialmente los estadounidenses, que trabajan entre 200 y 300 horas más al año que un europeo medio.
Los europeos occidentales, por el contrario, viven más que los americanos y tienen, por término medio, poco más de la mitad de probabilidades de padecer dolencias crónicas, como enfermedades de corazón, hipertensión y diabetes de tipo 2 pasados los 50 años.
Pero la felicidad también se ve afectada por el exceso y el ritmo de trabajo, tal y como demuestra la clasificación mundial de satisfacción del mundo, que señala que los cuatro países "más felices" del planeta (Dinamarca, Holanda, Finlandia y Suecia) son los que mayor atención prestan al equilibrio entre trabajo y vida. EFE
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