CV Opinión cintillo

Cuelgamuros, más allá del símbolo

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El Gobierno ha lanzado un concurso de ideas para dar otro sentido al que tenía el conocido como Valle de los Caídos. Puede ser buena ocasión para resolver una deuda que ha quedado pendiente. Es un buen momento para reconocer a una generación de españoles que tuvieron la mala suerte de transitar por un país roto, enfrentado entre hermanos, sometido a la guerra, el hambre y la penuria. Los nacidos en la primera mitad del siglo pasado sufrieron de manera traumática, gran parte de ellos, la perdida de la infancia, de la adolescencia y también de un proyecto profesional y vital. Todas estas cuestiones fueron arrasadas por una contienda trágica y sus secuelas que originó víctimas de todo tipo. 

Esa generación, una vez superado el trauma de la confrontación, y tras atravesar situaciones de enorme precariedad, ha sido la que ha conseguido dar la vuelta a una España empobrecida, dividida y aislada, transformando el país en un estado moderno en el que se respetan derechos y libertades. Este resultado ha sido fruto del sacrificio y del empeño de millones de españoles, que a pesar de haber sufrido en sus carnes la dureza de la guerra y la dictadura, apostaron por sacar al país de su destino. Sin mirar hacia atrás, con enorme generosidad, trabajaron para alcanzar los niveles de bienestar con los que nos encontramos en la actualidad. 

Ese reconocimiento puede resultar interesante, también, para comparar las condiciones de vida en las que transitaron los españoles de una generación que hasta llegar a finales de los años setenta del pasado siglo, estuvo sometida a situaciones injustas y denigrantes. A modo de ejemplo, solamente hay que pensar en la mitad de la población, las mujeres no podían obtener el carnet de conducir sin permiso del padre o del marido, tampoco podían viajar al extranjero ni abrirse una cuenta corriente en un banco, entre los más jóvenes, el fracaso escolar estaba situado alrededor del 70 por ciento y la esperanza de vida era once años menos que en la actualidad. Son numerosos los ejemplos que ahora nos resultan irreconocibles, y que no hace tanto tiempo se mantenían en un país que seguía los dictados de un régimen que desconfiaba de sus ciudadanos y les impedía un trayecto vital digno. 

Esta revisión de Cuelgamuros debe ser un homenaje a toda una generación que fue capaz de salir de los sótanos de la historia y sacar a la luz lo mejores niveles de calidad de vida alcanzados jamás en este país. Se trata de una ocasión inmejorable para realizar un reconocimiento colectivo por lo que hicieron, depositar ese agradecimiento y dejarlo como testimonio permanente en un museo, diseñado acorde con los tiempos actuales, en el que resulte sencillo comprobar la enorme diferencia entre aquellos que vivieron una época de oscuridad y lo que consiguieron como legado para las generaciones posteriores. La memoria tiene ese problema, si no se alimenta o se distorsiona intencionadamente con mentiras, puede ser un bien con fecha de caducidad.