16 Festival de Cine de Lima: La Sirga

Pocos lugares resultan tan agradables para rodar una película. Desde un inicio, el largometraje, dirigido por William Vega, marca al espectador el ámbito en el cual se desarrollará el total de la historia. La insistencia en el uso de planos panorámicos, que muestran la inmensidad de distintos paisajes andinos, se convierte también en un recurso de transición, que se aprovecha para pasar de una escena a otra. 

He visto escenas muy bien cuidadas; tranquilamente muchas de ellas podrían ser fotografías limpias, que se encuentran en catálogos de publicaciones dedicadas a mostrar las costumbres, y la geografía de lugares alejados y exóticos. Si el viento llega, la calamina se desprenderá del techo, y a su vez la lluvia inundará el interior de la Sirga; una cabaña que viene arreglándose para la llegada de unos turistas que jamás veremos.

Es así que Alicia huye de la guerra armada interna para buscar refugió en La Sirga junto a su tío Óscar. A partir de entonces, se inicia el desarrollo de una serie de acontecimientos clave, para entender la historia de Alicia como alguien que huye de un pasado que atormenta constantemente sus días. Lo intrigante, es que la acción de estos hechos escapa a la mirada del espectador; se puede decir que uno los identifica, los entiende, pero simplemente no son registrados por la cámara.

Partamos de una escena sencilla. Alicia se encuentra en su dormitorio mientras la pared de la habitación contigua (que además es de madera) se remece de repente. Momentos antes, el tío Óscar había mostrado un interés en la cocinera de la cabaña, Flora; era evidente que ambos hacían el amor. Lo sucedido altera el orden de lo establecido hasta entonces; el desenlace de la historia empieza a tomar forma a partir de este incidente, y la pequeña Alicia queda desencajada.

El segundo hecho que le de aún más viabilidad narrativa al filme (y que tampoco se muestra), se da cuando el recién llegado hijo de Don Óscar, Freddy, ve agotada su paciencia ante las constantes discusiones con su padre, y decide infiltrarse en la habitación de Alicia para darle un ultimátum, e infundirle aún más el miedo que tiene hacia el conflicto armado interno. La cámara se queda enfocando una pared de madera, mientras del otro lado se oyen solo voces, y un leve suspiro. 

Finalmente, la escena que provoca el desenlace final de la historia, involucra a Mirichis, un barquero que se enamora de Alicia, y nuevamente a su primo Freddy, quien empieza a cobrar mayor protagonismo como un personaje siniestro, motivado por sus propios intereses. La ausencia de Mirichis empieza a preocupar a Alicia, la protagonista encuentra luego las cosas de su amigo en la habitación de Freddy, quien lo había estado siguiendo luego de comprobar que éste representaba un obstáculo para sus ideales.

Nuevamente la acción escapa a la mirada del espectador, y se entiende que fue Freddy quien acabó con la vida del pobre barquero. Tal como lo venía anunciando, éstas tres escenas representan hechos claramente entendibles, e identificables dentro de la historia que se nos quiere contar; se prescinde de la acción ‘fuerte’ que dramatizaría a cada una de ellas, y es mejor así. 

Unas imágenes tan fuertes como el asesinato de un personaje a manos de otro, o el amedrentamiento contra una niña abandonada a su suerte, sencillamente hubieran ido en contra de la sutileza visual que este filme nos muestra. Es por eso que La Sirga se convierte en una de las películas más recomendables del 16 Festival de Cine de Lima, que hasta el momento he visto.

Lauro Minaya