
Cerca al inicio del año escolar, muchos padres están preocupados por los gastos, pero a la vez están felices. ¿Felices, dirá usted paisano, paisana, a pesar del gran esfuerzo que implica enviarlos al colegio? Sí, porque los peruanos, y muchos latinoamericanos, esperan que la educación de sus hijos los ayude a cumplir objetivos mayores que los que ven los padres de muchos otros países.
Sin duda, el objetivo general en el mundo es que la educación, además de dar las normas básicas de vida en la sociedad, como enseñar el lenguaje y las buenas maneras, proporcione a los niños capacidades para insertarse en el sector productivo. Por eso, todos los padres esperan que allí reciban las herramientas para actuar en sociedad y adaptarse a su economía. Pero como lo siente quizás usted, paisano, aquí eso es necesario, pero no es suficiente.
Nuestras consultorías sobre el mercado educativo nos muestran que muchos padres, sobre todo de la nueva clase media peruana, obtuvieron el bienestar del que hoy gozan sin tener muchos estudios y que luego de haber migrado a la ciudad y hecho su casa en una periferia, a punta de esfuerzo transformaron la máquina de coser inicial en un taller que hoy tiene talla respetable. Pero no quieren que sus hijos repitan ese camino de esfuerzo, carencias y preocupaciones. Por eso, el señor vendedor de pescado, que gana bien pero trabaja de 3 a.m. a 3 p.m. y siete días por semana, espera que la educación saque al hijo del puesto del mercado, y lo lleve a un trabajo con horarios razonables.

Por otro lado, ven a la educación como un medio que los ayudará a lograr el reconocimiento social que ellos no tienen. Si millones de migrantes pueden preciarse de haber logrado un éxito relativo económicamente, pues tienen casa, taller e ingresos suficientes, sienten que eso no les ha dado, aún, la aceptación de la sociedad donde se asentaron. Y como en esa sociedad uno de los criterios tradicionales de prestigio es el que dan los títulos, no dudan en esforzarse para que sus hijos sean abogados, ingenieros, enfermeras o médicos.
En síntesis, más allá de la estabilidad y mejora económica que es el objetivo central de la educación en sociedades más establecidas, las instituciones educativas deben tener en cuenta que aquí la educación es parte de una herencia mucho más grande para los descendientes. Una herencia que implica llevar una vida más cómoda y con mayor reconocimiento social que el que ellos tuvieron. Y es por eso que, a pesar de la presión económica que implica pagar por la matrícula, los uniformes y los útiles, los padres sonríen cuando sus hijos van a comenzar a ir a clases. ¿De qué manera cree usted, paisano, paisana, que las instituciones educativas deberían ayudar a cumplir mejor estos grandes objetivos de los padres de familia?
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