Tras la pandemia del COVID-19, la Humanidad se está preguntando: ¿qué cisne negro vendrá después? El concepto del cisne negro fue planteado por el investigador y filósofo libanés Nassim Taleb como una metáfora para describir aquellos sucesos que toman por sorpresa a la gente, porque no son previstos por su muy baja probabilidad, pero que, de ocurrir, terminan produciendo un gran impacto y enormes repercusiones negativas.
Ante los últimos acontecimientos en Cercano Oriente, muchos se preguntan si el futuro de la Humanidad se encuentra en juego, ante una posible escalada bélica sin precedentes. Como decimos en prospectiva, si algo es posible, entonces puede ocurrir. Pero, más allá de lo que podamos o no hacer los humanos con nuestro futuro, nuestro entorno espacial nos puede dar muchas sorpresas. Como el evento Miyake-Carrington.
¿Se imaginan ustedes la vida en la Tierra sin energía eléctrica por semanas, meses o incluso años? No habría iluminación ni comunicaciones (celulares ni internet ni cable ni radio), tampoco bancos ni cajeros ni pagos con tarjetas, no habría refrigeración y los alimentos frescos (carnes, vegetales y frutas) perecerían en días; tampoco habría agua potable, porque el tratamiento y abastecimiento por gravedad es sólo una parte pequeña de la oferta de agua, y el sistema de alcantarillado colapsaría. Y muchas cosas más. Retrocederíamos al estilo de vida de hace dos siglos (algunos incluso señalan que regresaríamos a la Edad Media), porque nos hemos vuelto dependientes de la tecnología y ésta en muy buena parte, funciona a electricidad.
¿Esto es posible que ocurra? Claro que sí. El evento astronómico Miyake-Carrington es un fenómeno solar extraordinario que está preocupando a la comunidad científica en los últimos años, especialmente por el vigente período de explosiones solares, al que denominan ciclo solar 25, llamado así porque es el vigésimo quinto ciclo solar desde 1755, cuando comenzó el registro científico de la actividad de las manchas solares. Nuestro Sol tiene ciclos de aproximadamente 11 años, y el vigente comenzó en el 2019 y posiblemente termine alrededor del 2030, con un máximo que aparentemente comenzará en lo que resta del 2023 y durará hasta el 2025.
El evento astronómico Miyake-Carrington lleva el nombre de dos científicos que estudiaron sus efectos en el pasado, el japonés Hiroshi Miyake y el británico Richard Carrington, quienes realizaron importantes contribuciones al estudio de los efectos de las erupciones solares sobre la Tierra.
Carrington estudió la gran eyección de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés) o erupción solar ocurrida en 1859 que fue una de las más poderosas registradas en la historia y generó una gran tormenta geomagnética en la Tierra, a tal extremo que se vieron auroras boreales hasta en Colombia. En aquel entonces, las aplicaciones de la electricidad recién estaban entrando al mercado, siendo la principal el telégrafo, cuyas operaciones empezaron en 1844 con el primer telegrama público de Samuel Morse. Cabe señalar que el primer servicio telegráfico en el Perú se estableció en 1857 entre Lima y Callao. Por esta razón, los efectos de esta explosión solar fueron bastante limitados, quemándose solo las líneas del telégrafo e incendiándose muchas estaciones de este servicio en Norteamérica y Europa, y también generó corrientes eléctricas inducidas en las redes de energía eléctrica, lo que provocó apagones en algunas áreas de esas regiones.
En comparación, la erupción solar de 2012 estudiada por Miyake fue de mucho menor intensidad, aunque ayudó a notar su impacto sobre la atmósfera terrestre, como por ejemplo un aumento del isótopo radiactivo nitrógeno-15 en la atmosfera superior de la Tierra, lo que demostró su capacidad de producir cambios significativos en la atmósfera terrestre.
Para aquellos que piensan que es un fenómeno aislado, como la caída de un meteorito o un cometa, les comentamos que no es así. Se estima que un evento como el ocurrido en 1859 ocurre cada 200 o 300 años, pero uno muchísimo mayor puede ocurrir cada mil años, como el ocurrido hace 9,200 años (descubierto en muestras extraídas de hielo de la Antártida) o en los años 774-775 DC (que quedó grabada en los anillos de los árboles).
Recordemos que nuestras comunicaciones dependen de las señales de radio, de los satélites y de los cables submarinos, que quedarían inoperativos e irrecuperables por los daños internos causados por la radiación. Las CME pueden inducir corrientes eléctricas en los sistemas de transmisión y distribución de energía eléctrica de todo el mundo, que quemarían los transformadores y condensadores, y reemplazarlos tomarían años. También quedarían sumamente afectados por la radiación solar los datos almacenados en los sistemas informáticos (la corrupción de datos ya ocurre en condiciones normales, pero es ínfima).
Le pregunté a la inteligencia artificial qué soluciones posibles existen para mitigar los efectos de un evento Miyake-Carrington. Me dio varias posibles soluciones. Por ejemplo, aumentar significativamente el monitoreo del Sol mediante una nube de satélites y el uso de inteligencia artificial, para prevenir una CME de intensidad mayor con una anticipación de horas, tiempo suficiente como para apagar de una manera programada todos los sistemas y redes eléctricas a nivel global. También es preciso reducir el tamaño de las redes eléctricas y basarse en un sistema modular, de tal forma que se pueda mejorar su resiliencia dentro de territorios más pequeños. Y dentro de estos sistemas modulares es posible emplear condensadores en serie o neutros, que son de voltaje relativamente bajo, con un aislamiento nominal de 100 KV, que podrían resistir mejor los embates de la radiación solar.
El rol de la prospectiva es anticipar los eventos futuros para tomar las decisiones correctas desde el presente. Reducir las consecuencias de un evento Miyake-Carrington depende de los gobiernos y también de las empresas. ¿Nos ponemos a trabajar desde ahora?
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